Me tiré al repartidor delante de la webcam
Mi vida suele ser bastante caótica, no os voy a engañar. Intento dejar tiempo para todo lo que quiero o tengo que hacer, pero a veces me cuesta hasta salir de casa. Creo que es algo que nos pasa a todos, especialmente en esta sociedad que va siempre tan deprisa, que estresa tanto… A mí me da ansiedad hasta salir a hacer la compra, porque suelo estar muy cómoda en mi casa, a mi aire, sin tener que arreglarme, sin aguantar colas, miradas insolentes… Es una sensación que tengo desde hace tiempo, y que creo que compartimos muchos y muchas. Tanto es así que a veces ni siquiera recuerdo hacer la compra, y me veo sin nada para preparar una cena, por ejemplo. No es que me ocurra todas las semanas, pero tampoco niego que haya sido solo una vez, porque es algo recurrente. ¿Qué hago en esas situaciones? Supongo que lo que hace todo el mundo: pedir comida a domicilio. Sí, ya sé que no es la opción más saludable, y desde luego tampoco la más económica.
Pero la verdad, tengo una buena constitución y me encanta hacer ejercicio en casa, así que de lo primero no tengo que preocuparme demasiado, y lo segundo… Bueno, me va bastante bien con mi webcam, y a veces incluso he utilizado el truco de hacerme la pobrecita delante de mis seguidores, con mucha hambre, para que las propinas suban. Con lo que ellos me dan tengo de sobra para pedir lo que quiera, y normalmente, la elección suele ser pizza. Es una opción que me encanta de vez en cuando, especialmente la cuatro quesos, que es con mucho mi favorita. Precisamente, una de esas ocasiones en las que decidí pedir comida a domicilio se convirtió, sin esperarlo, en una de las experiencias más excitantes de mi vida. Lo habitual es que los repartidores que vienen a traerme la comida sean jovencitos, la mayoría de ellos desgarbados y con poco atractivo. Pero de vez en cuando la suerte se pone de mi parte, como en aquella ocasión en la que un monenazo de ojos verdes y cuerpo perfecto vino a traerme una pizza… y me entregó algo más.
Una fantasía que siempre había tenido
Seré sincera: lo de tirarse al repartidor siempre me había parecido un cliché, pero es cierto que era una fantasía recurrente. Cuando vivía en casa de mis padres recuerdo haber tenido un encuentro fugaz con uno, siendo yo todavía muy joven. Se me quedó mirando, porque yo llevaba una camiseta blanca sin nada debajo, y mis pezones se marcaban bastante.
La cosa no pasó de ahí, pero a veces ese recuerdo ha venido a mi mente. La fantasía siempre estaba en mi cabeza, y aunque no iba buscando cumplirla, cuando se me presentó la oportunidad, no dudé en aprovecharla. Y no, no utilicé la típica excusa de no pagarle, porque eso me parece poco decoroso. Directamente me insinué, y no necesité nada más.
Cuando vi al chico, aproveché la oportunidad
Era un domingo por la noche, y yo estaba haciendo un show en directo. Había llamado para que me trajeran la pizza justo al terminar de emitir, pero la cosa se alargó un poco más que de costumbre. Llegaban seguidores nuevos a la sala y evidentemente, yo no podía irme dejándoles con las ganas. Así que se me fue el santo al cielo y cuando quise darme cuenta, el repartidor ya estaba en la puerta. Me sorprendió, porque pensaba que no había pasado tanto tiempo, pero expliqué la situación a mis seguidores y pausé el directo por un rato. O esa era mi intención, al menos… Cuando abrí la puerta me encontré a un chico de veintipocos años, alto, con un pelo precioso y unos ojos que desde el primer momento me comieron entera.
Yo iba con apenas unos shorts y una camiseta de tirantes, porque hacía mucha calor. El chico tartamudeó incluso al verme, y yo pensé que era demasiado mono. Así que aproveché mi oportunidad, y tras pagarle, le pregunté si tenía mucho que entregar. Me contestó que no, que ya había terminado, porque el mío era el último pedido de la noche. Así que le invité a pasar. Se quedó un momento confuso, como si no creyese que le estuviera pasando algo así de verdad. Así que para convencerle, le planté un beso apasionado en la boca, mientras llevaba sus manos a mi culo. No hizo falta decir nada más. Al instante estábamos magreándonos en el pasillo, quitándonos la ropa y yendo hacia mi habitación.
Lo hicimos en directo ante mis fans de Internet
Cuando llegamos al cuarto, él se separó un momento para entrar al baño y prepararse. Yo, que iba más caliente que nunca, recordé que tenía puesto en pausa el directo, y entonces se me encendió la bombilla. Cambié la cámara de sitio para ocultarla un poco más y comencé de nuevo a emitir, con la pantalla del ordenador apagada. Me iba a tirar a este chaval delante de todos mis seguidores, ofreciéndoles un show que no iban a olvidar jamás. Cuando el chico volvió al cuarto lo desnudé enseguida, lo tumbé en la cama y empecé a chupársela como si no hubiera un mañana. Sé que él estaba flipando, porque se le notaba en la cara.
Me decía, de vez en cuando, que siempre había fantaseado con algo así, pero era la primera vez que le pasaba. Lo mismo para mí, decía yo. Tuve que parar para que no se viniera antes de tiempo, y entonces él me desnudó y empezó a darme sexo oral a mí. No lo hacía mal, aunque se le notaba algo inexperto, por eso decidí que ya era hora de follar en condiciones. Le puse el condón y estuvimos teniendo sexo durante veinte minutos. El chico, por lo menos, tenía aguante. Le pedía que me diera bien duro, y él hacía caso, así que todo bien. Trataba de buscar las posturas que mejor se viesen en la posición donde estaba la cámara, sin decirle nada a él, por supuesto. Solo de imaginarme lo cachondos que estaban poniéndose mis seguidores me volvía loca. El chico se corrió antes que yo, pero me ayudó a terminar y quedamos los dos tirados en la cama por cinco minutos.
Una experiencia inolvidable
No dejé que se quedara mucho más, por supuesto. La pizza, además, se había quedado fría, pero aquello tampoco me importaba demasiado. Lo mejor de todo es que había cumplido mi fantasía, había podido disfrutar de un repartidor que me había dado un buen polvo, y además, delante de mucha gente.
Cuando el chico se marchó volví a conectarme al chat, y vi que los espectadores habían flipado con aquello. Me habían pagado propinas para poder comer todos los días a domicilio, si me apetecía, así que la experiencia no pude haber terminado mejor. Disfruté muchísimo y creo que no tardaré en repetir… en cuanto se me presente otro repartidor tan guapo.