Contratar a una acompañante femenina: te cuento mi experiencia
Hay un dicho muy conocido en España que me llamó mucho la atención cuando llegué desde Brasil: la curiosidad mató al gato. Yo nunca había tenido a los felinos como animales precisamente curiosos, y de hecho, creo que los perros lo son mucho más, pero me gustó aquella frase. En cierto manera, nos dice que no debemos meternos donde no nos llaman, porque probablemente no nos guste lo que encontremos, e incluso puede que nos provoque consecuencias graves. Pero sinceramente, yo no entiendo la vida sin la curiosidad. Es lo que nos lanza a expandir nuestro conocimiento, a probar cosas nuevas y diferentes. Yo me considero curiosa por naturaleza, y es cierto que eso a veces me ha traído consecuencias imprevistas, pero sigo viva, por ahora, y disfrutando muchísimo de cada experiencia. Incluso de aquellas que nunca me habría planteado hace tan solo unos años…
Más allá de los típicos juegos eróticos con alguna que otra amiga, que no pasaban de unos pocos besos o caricias inocentes, nunca me había imaginado estando con una chica. Me ponen demasiado los hombres, esa es la verdad, y de hecho gracias a ellos puedo ganarme la vida como lo hago. Es cierto que, en muchos de mis shows por cam, detecto cada vez más chicas conectadas, aunque siempre pensé que serían lesbianas, algo normal. No me había planteado nunca el entregarme al placer con otra chica, ya que no era algo que me atrajese especialmente. Pero las cosas cambian, y tu mente acaba expandiéndose, buscando nuevas formas de pasión, nuevas experiencias sensuales. Y al final, la curiosidad pudo más, y como tampoco tenía ningún tipo de rechazo al sexo lésbico, decidí que tal vez venía bien probar un rato de placer con una chica. Pero no lo hice de cualquier manera, buscando en bares o discotecas. Yo quería a una verdadera amante de lujo, una profesional que me diera el polvo de mi vida. Y esta fue mi experiencia.
Mi interés por contratar a una acompañante femenina
Como seguramente ya habréis notado, soy una chica muy liberal en todo lo que se refiere al sexo. He encontrado mi auténtica vocación en esto de mostrar mi cuerpo a través de mis shows en directo, y no pierdo ocasión para probar algo diferente en lo que al placer se refiere. Me encanta vivir esa sensación de estar rompiendo mis propios tabúes, de dejar atrás los límites que pudieran cercenar ese vicio que guardo dentro. Hasta ahora, sin embargo, me había concentrado en los hombres, porque como decía arriba, siento un deseo irresistible por ellos. No tiene nada que ver con rechazo por las mujeres ni nada parecido, es simplemente que me gusta demasiado sentir a un buen semental dentro de mí.
Sin embargo, yo nunca quiero ponerme barreras a la hora de encontrar nuevas formas de disfrutar del sexo, y aunque no tenía mucho interés, al menos hasta ahora, sabía que en algún momento tendría que enfrentarme al hecho de disfrutar con una chica. Al menos para probar cómo era la experiencia. Ese deseo, que al principio era minúsculo, se fue haciendo poco a poco más intenso en mi mente, hasta llegar a un punto en el que no podía pensar en otra cosa. Veía a algunas chicas, en fotos y vídeos, y empezaba incluso a ponerme cachonda. Mi propio cuerpo me lo decía: ha llegado el momento. Así que en lugar de salir a buscar a una chica cualquiera, o bajarme alguna app de citas, decidí optar por la solución que me parecía más correcta: contratar a una profesional que supiera perfectamente cómo hacerme sentir en la gloria.
Navegando por portales de Internet
El hecho de pagar por sexo tampoco me resultaba especialmente negativo, porque en cierta manera, yo también vivo de esto, de una forma parecida. No quiero que esas barreras morales me detengan, porque tampoco estaba haciendo daño a nadie, y cada uno debe ser libre de expresar su sexualidad de la manera que quiera. Así que me puse a buscar a alguna profesional del placer con la que poder tener ese encuentro, y entendí que Internet me iba a ser de gran ayuda. Actualmente, por lo que se ve, la mayoría de escorts y acompañantes ya se anuncian en la red, en distintas páginas web y portales donde puedes ver sus fotos, conocer algunos datos sobre ellas, y encontrar su número de contacto. Era como entrar a un lugar maravilloso donde elegir el vestido que más te gustase. Y yo encontré uno que me iba perfecto…
Ángela llegó a mi piso
Se llamaba Ángela y tenía 25 añitos, una edad que consideré perfecto, ya que no era ni tan joven que fuera inexperta, ni tan madura que hubiera perdido esa chispa natural de los primeros años. Su pelo era castaño claro, y tenía un rostro angelical coronado por unos preciosos ojos verdes que te hipnotizaban desde el primer momento. Sus curvas, al menos en las fotos, eran una auténtica maravilla, tanto que llegué a sentirme un poco celosa de su espectacular figura, algo que no suele ocurrirme. Fue entonces cuando supe que era para mí. La llamé al número que había dejado en el anuncio y ni siquiera se sorprendió de que fuera una chica. Al parecer, atendía usualmente tanto a hombres como a mujeres. Concertamos una cita y ella, tan profesional, llegó puntual a mi piso a la hora acordada. Y yo me llevé una maravillosa impresión, porque era aun más guapa en persona.
Un encuentro que no olvidaré
Como había pagado por un par de horas (ya que lo hacemos, lo hacemos bien), no tuvo inconveniente en aceptar la invitación de una copa, que nos tomamos en el salón mientras comenzábamos a charla para romper el hielo. Ella me habló sobre su trabajo y cómo en ocasiones tenía que estar con hombres no precisamente atractivos. Me dijo que no todos los días tenía la suerte de encontrar una clienta como yo, y me guiño el ojo. Lo tomé como un halago, y empezamos a besarnos de forma apasionada, mientras nos íbamos desnudando. Aquello ya no era un juego inocente, había mucha pasión de por medio, y yo no quería parar. Ya no había vuelta atrás, así que nos marchamos a mi habitación para darlo todo.
Fue una experiencia absolutamente distinta a estar con un hombre. La chica sabía exactamente cómo y dónde tocarme para llevarme al cielo, y fue fascinante probar el sabor de los flujos de otra chica, mientras trataba de complacerla con mi lengua. Sentí una conexión increíble con ella, aunque no quise venirme tan arriba porque al fin y al cabo, era una profesional. Estaba acostumbrada a dar placer a los demás, era su trabajo, y eso era justo lo que estaba haciendo conmigo. Después de dos horas de sexo sudoroso y espectacular, ella se marchó sugiriéndome que la llamase de nuevo, después de recoger su dinero. Y yo me quedé totalmente cansada y satisfecha, pensando que la curiosidad tal vez mató al gato, sí, pero de puro placer.