Me acosté con un fan… ¡y me encantó la experiencia!
Hay un refrán muy conocido en España y en otros muchos países que dice “nunca digas de esta agua no beberé”. Se trata de una frase popular que viene a explicar lo peligroso que es asegurar que no haremos algo, porque nunca sabemos lo que nos deparará el futuro. Muchas personas se aferran a esas promesas, a sus propios valores como base de lo que hacen y dicen, pero al final las circunstancias cambian y se ven en situaciones complejas. Tal vez pienses que jamás te enamorarás de una chica siendo mujer, o que no estarías nunca en una relación abierta porque eso no es para ti… Pero la gente, aunque no lo parezca, también cambia, evoluciona, y lo que antes parecía imposible de pronto se vuelve muy real. Cuando yo misma comencé como modelo erótica me dije que jamás entablaría una relación personal con ninguno de los fans del chat. Y sin embargo…
Si algo he aprendido a lo largo de mi bagaje por este mundo es que es mejor no dar nada por sentado, ni siquiera con uno mismo. Debes tener las ideas muy claras y a veces ser incluso inflexible, pero hay momentos en los que no puedes evitar caer en tentaciones que te parecían imposibles siquiera unos años atrás. De hecho, me parecía más improbable tener sexo con un fan que estar haciendo de modelo erótica frente a la webcam. Para mí, lo de desnudarme ante los demás era algo natural, y ponía ese punto vicioso y pícaro que me permitía tener muchos seguidores. Yo no podía verles a ellos, claro está, pero era algo muy excitante el saber que estaban pensando en mí todo el tiempo… Esta historia es una experiencia muy personal y como tal, solo habla de cómo me sentí yo al vivir aquello. Sé que otras chicas han tenido experiencias similares, algunas mejores, otras peores, pero ésta que voy a contar es exclusivamente mía, y también saqué mucho aprendizaje de ella. Porque a veces los polvos más imprevistos son los mejores y más deliciosos.
Mi trabajo como modelo erótica
Empecé a trabajar como modelo erótica por casualidad, hará unos años, cuando estaba terminando la universidad. Sabía de mi potencial porque todos mis compañeros intentaban ligar conmigo, y de hecho muchos me llegaron a hacer proposiciones indecentes, como pagarme por fotos desnuda y cosas así. Yo siempre me negaba a todo aquello, pero una pequeña parte de mí estaba deseando mostrarse tal y como era, desnuda y sin tabúes. Solo que quería hacerlo bien, con las garantías de cubrir mi intimidad, y sobre todo, de poder sacarle un buen partido, y no solo un puñado de euros. Descubrí que había varios portales donde podías hacer shows de webcam en directo, así que me animé a inscribirme en uno y a los pocos días ya estaba enseñándolo todo delante de la webcam. Las primeras veces fueron extrañas, pero poco a poco fui cogiendo más y más confianza.
Un chico muy insistente y atractivo
Al poco tiempo ya tenía una buena base de fans que entraban prácticamente a cada uno de mis directos. No eran demasiado, pero si suficientes como para dejarme siempre alguna que otra propina a cambio de desnudarme por completo, de hacerles comentarios cariñosos y esas cosas. Pronto tuve tanta confianza que cree también un chat privado, con los más afines de mis fans, en los que ofrecía contenido algo más subido de tono y especial. Me masturbaba delante de la cámara, hacía sexo oral con un consolador, les contaba historias, reales e inventadas, sobre mis encuentros sexuales… El grupo poco a poco fue creciendo, pero yo prefería mantener mi intimidad también con ellos, colocándome una máscara para que nadie me reconociera.
Había un chico en el chat que se hacía llamar LordVergus, y siempre me cayó muy simpático, desde el primer momento. Me mandaba mensajes felicitándome por cada show y era muy amable y divertido. Siempre dejaba una buena propina, y parecía un chico caballeroso incluso por sus comentarios, al contrario que alguno que otro que había por allí. Un día me sorprendí hablando con él por el chat privado, solo los dos. Me contaba cosas sobre sus antiguas relaciones y como mis shows le habían devuelto un poco de luz en un momento difícil. No me veía solo como un objeto sexual, sino como una artista del desnudo. A pesar de mis reticencias, acabé pasándole mi número de móvil. Allí continuamos hablando durante días, y él me mostró algunas fotos. Ni siquiera se tapó la cara. Le da igual que pudiera reconocerle. Era un chico muy majo, y además atractivo…
Al conocernos nos dejamos llevar
La situación siguió adelante durante algunas semanas. Él asistía a cada show en directo que yo daba y era muy participativo, pero también respetuoso cuando debía serlo. Luego, al terminar el show, nos poníamos a hablar por Whatsapp, a comentar algunas cosas, y así fue surgiendo la confianza. Hasta que un día me propuso tomar un café. Me asusté y le dije que no. Temía haber dado con uno de esos locos fanáticos que aparentaban ser maravillosos solo para tener un encuentro contigo y aprovecharse de ti en ese momento. Él lo entendió, pero siguió insistiendo. Al final quedamos en un lugar público y yo le propuse que si no estaba cómoda me iría. Él aceptó. No hizo falta marcharme, porque me sentí muy a gusto desde el primer momento. De hecho, el chico me gustó al instante.
Nos tomamos un café y estuvimos charlando como si tal cosa. De todo menos de mi trabajo como modelo erótica, que era por lo que me había conocido. Me sentí muy cómoda con él y casi sin darme cuenta empecé a flirtear. Me sale de forma natural cuando un chico me gusta, no puedo evitarlo. Él se dio cuenta y me propuso ir a tomar unas cervezas. A la tercera la conversación ya había subido de tono, y no tardamos mucho en besarnos. A partir de ahí nos dejamos llevar por completo. Cogimos un taxi que nos llevó a su apartamento y allí echamos un polvo inolvidable. El chico, además de caballeroso y simpático, tenía una buena dotación y sabía cómo usarla. Me dejó extasiada y repetimos un par de veces más antes de caer rendido en la cama.
Una experiencia única
A la mañana siguiente él se despertó antes que yo, pero no me hizo el desayuno ni nada parecido. Sabía que esto no iba a ser una relación de ese tipo, y simplemente me dijo que había estado genial, y que podíamos quedar de vez en cuando para repetir. Por más que me gustase, yo preferí alejarme un poco en ese momento. Temía que fuera a desvelar mi identidad en Internet o algo así, aunque me había cuidado de no darle ni mi nombre ni mi dirección. Al final todo se quedó en una noche mágica de sexo descontrolado, una experiencia que hasta ahora no he vuelto a repetir, pero que me fascinó en su momento. Porque creo que a veces uno debe lanzarse a hacer cosas que nunca creía capaz de hacer.