Mi experiencia lésbica con una compañera de trabajo
De entre todas las locuras sexuales que alguna vez he hecho, hay una a la que le tengo especial aprecio, porque sirvió para abrirme mucho la mente en lo que al sexo se refiere, y sobre todo, también en cuestión de gustos. Yo siempre había sido una chica muy sexual, pero solo con los hombres. Es cierto que algunas chicas me ponían, y de hecho, cuando nos desnudábamos en algún lugar como un vestuario o algo así, me quedaba mirando los cuerpos de algunas de mis amigas, que también hacían lo mismo con el mío, alabando mis curvas naturales. Pensaba que era algo normal, como esos pequeños picos que nos dábamos a veces cuando estábamos un poco borrachas. Sin embargo, hubo una experiencia que me hizo ir mucho más allá de ese inocente juego lésbico.
Recuerdo que Ana era una chica muy espectacular y que tenía a todos los hombres de la empresa suspirando por ella. Uno a uno, ella los iba echando a un lado, de manera elegante pero decidida, como si no quisiera salir con ninguno de ellos. Al principio pensé que estaba loca, porque había algunos hombres muy guapos y sexys en la empresa. Pero luego lo entendí todo, justo cuando mi compañera me hizo aprender que había mucho más placer del que yo me imaginaba, allí donde nunca me había atrevido a explorar, y donde ella me guío con pasión, sensualidad y mucho vicio.
Entré a trabajar en una empresa de publicidad
Después de hacer mis estudios y un máster especializado en marketing digital, me lancé a buscar empleos como loca. Sentía que a veces, los reclutadores estaban más interesados en mi escote que en mi propia experiencia, pero aquello tampoco me importó. Conseguí entrar a trabajar en una empresa de publicidad donde había muy buen ambiente, y todo el mundo era supermajo. Los chicos eran más o menos de mi edad, aunque también había algún madurito que no estaba nada mal. Todos me miraban cuando me levantaba a por café o agua, y yo cada vez fue cogiendo más confianza y llevando blusas semitransparentes, y modelitos más provocativos, que hacían las delicias de mis compañeros. Había una chica, Ana, que también me miraba demasiado. Yo pensaba que era por celos, ya que le había quitado, “protagonismo”. Sin embargo, la auténtica era muy diferente.
Desde el primer día saltaron las chispas
Hubo algo que cambio por completo mi actitud hacia Ana. Un día, mientras estábamos tomando café con otros dos compañeros, ellos intentaron coquetear conmigo, y ella comenzó a imitarlos, pero yendo mucho más a saco. Los chicos se quedaron perplejos y azorados, y se marcharon. Nos quedamos las dos solas en ese momento, y me di cuenta de que la chica no iba de broma. Me contó que había dejado a su chica hacía un tiempo, y que ahora estaba conociendo a muchas otras mujeres y disfrutando del placer. Yo le comenté que no tenía novio, y ella me dijo que tal vez debería probar con alguna chica, porque los hombres no daban más que problemas y no sabían cómo complacernos de verdad. Aquella conversación terminó ahí, pero desde entonces, yo tampoco pude dejar de mirarla.
La vez que nos quedamos solas en la oficina
Todo se aceleró cuando nos mandaron a trabajar juntas en un proyecto bastante importante. Ella llevaba más tiempo que yo en la empresa, pero quiso hacerlo conmigo, y el jefe estuvo de acuerdo. Como el proyecto era bastante grande, nos tuvimos que quedar a hacer horas extra una noche en la oficina. Todo el mundo se había ido, y nosotras estuvimos trabajando hasta tarde. La cercanía, el hecho de bebernos algunas cervezas, hizo que empezáramos a hablar de cómo eran nuestras relaciones. Ella era bastante explícita explicándome como se follaba a las otras chicas, y empezó a tirarme la caña con descaro, alabando mi cuerpo y preguntándome si mis pechos eran naturales. Yo le dije que sí, pero ella no paró hasta que la dejé comprobarlo. Mientras me sobaba las tetas, me plantó un beso con lengua tremendamente apasionado. Ya no había vuelta atrás.
Una experiencia muy placentera
Nos desnudamos allí mismo y empezamos a besarnos y a acariciarnos por todo el cuerpo. La chica no tuvo reparos en meterme hasta tres dedos, sabiendo que yo ya estaba mojadísima. Dejé que tomara la iniciativa, porque estaba claro que en este tipo de relaciones tenía mucha más experiencia que yo, pero también me divertí muchísimo cuando cogí confianza. Me hizo gozar como ningún hombre lo había hecho, aunque es cierto que de una manera totalmente distinta, que no tenía nada que ver con sentir a un tío dentro. Después de aquello, nuestras miradas eran todavía más descaradas durante el trabajo, e incluso algunos de mis compañeros se dieron cuenta de que había algo entre nosotras, pero supongo que se lo guardaron para fantasear en casa.
¿Seguimos viéndonos cuando dejé la empresa?
No estuve mucho tiempo en aquella empresa, y pocos meses después de nuestro polvo, me marché a otra. Estuvimos bastante tiempo sin vernos, pero recuerdo que Ana me volvió a llamar, una noche de viernes, para salir un rato las dos solas. Por supuesto, acabamos en su casa comiéndonos la boca de la manera más salvaje, y fue igual de divertido y excitante que la primera vez. Yo por entonces ya tenía novio, pero sabía que aquello no podía considerarse infidelidad, y de hecho, estuve tentada de pedirle a mi chico que hiciéramos un trío con Ana. Sin embargo, ella no estaba muy por la labor y prefería tenerme solo para ella. Todavía nos seguimos viendo, muy de vez en cuando, para ponernos al día y rememorar viejos tiempos…